El jefe es un ...... y eso no sé si lo puedo soportar.
Hoy me contaba una de mis chicas, sobre una oferta de trabajo. Y esta fue mi respuesta.
Una de mis chicas está buscando trabajo. Y una amiga suya, le comentó que había un puesto de trabajo interesante para ella. Pero… que el jefe era un …. (No recuerdo si dijo capullo o algo peor) Pero bueno, esta chica, había renunciado a ese trabajo, porque el jefe no le gustaba.
Eso me hizo acordar de un cuento. Te lo dejo aquí.
El anciano a la entrada de la ciudad
En las puertas de entrada a una ciudad, se encontraba un anciano, con su nieta. Un extranjero, con intención de comerciar en la ciudad, al ver al anciano, le pregunta:
—¿Cómo es la gente de esta ciudad?,
Y el anciano, en lugar de responder, le hace otra pregunta,
—¿Cómo es la gente de la ciudad de donde vienes?, a lo que el extranjero responde que es «la gente más simpática del planeta, ya los echo de menos, los tengo en el corazón,»
Entonces, el anciano, con una sonrisa preciosa, le contesta
—«Pues qué suerte, porque aquí te vas a encontrar con el mismo tipo de gente, toda la gente de esta ciudad va con el corazón en la mano, son todos magníficos,»
Entonces el mercader entró a ofrecer sus mercancías.
Un poco más tarde llega otro mercader y le hace la misma pregunta,
—¿Cómo es la gente de esta ciudad? —A lo que el anciano responde igual, con otra pregunta:
—¿Cómo es la gente en el lugar de donde vienes?
—«Son todos desagradables, odiosos, yo no los soporto»,
A lo que el anciano le responde, con la misma sonrisa abierta,
—«Pues qué lástima, porque aquí te vas a encontrar con el mismo tipo de gente, todos insoportables, arrogantes, codiciosos, envidiosos, gente ruin a tal punto que no te puedes imaginar.»
Y el mercader, igualmente, decide entrar.
Al salir el primer mercader, saluda al anciano diciéndole:
—Tenías razón, me he encontrado con personas muy amables y he hecho buenas ventas.
Luego, al salir el segundo mercader, se queja al anciano diciéndole:
—Tenías razón, he perdido el tiempo, no he hecho ninguna venta.
La nieta, confundida, le pregunta al abuelo cómo es posible que a la misma pregunta haya dado dos respuestas tan contradictorias, opuestas.
Y el anciano, en su sabiduría, le contesta a la nieta:
—Vemos el mundo exterior, tal como somos nosotros en nuestro interior, porque transportamos nuestro mundo interior por todas las partes a donde vamos.
Si le preguntas a un águila cómo es el mundo, te dirá que es amplio, mientras que un delfín te dirá que es húmedo…
Y si le preguntas a un caballo salvaje te dirá que el mundo es espectacular y que en él se puede hacer todo lo que uno quiere, mientras que un caballo de labor te dirá que el mundo es esfuerzo e imposición, y si le preguntas a un caballo de circo cómo es el mundo te dirá que está lleno de sonrisas de niños.
Una hormiga te dirá que es infinito.
—Está claro, —continuó el abuelo— que hay seres humanos que son hormigas, otros son águilas, otros caballos de circo o caballos de labor o caballos salvajes, y además están seguros de que todas las personas del mundo son un caballo o un águila o una hormiga…
—Y a esto se debe que nunca conozcamos a nadie, porque solo nos volvemos a encontrar con nosotros mismos, salvo cuando descubrimos la tolerancia y la curiosidad y podemos abrir nuestro corazón a la novedad, para así poder aprender algo nuevo.
Y mi respuesta a mi chica fue que ella podría generar con ese jefe una relación MUY DIFERENTE, porque ella no es su amiga.
Esto me hace también acordar a un relato hecho, creo, en el libro de Dale Carnegie, Como ganar amigos. Decía que en el senado había un senador que era tosco, arisco, pero que una persona quería poder hablar con él.
Y para hacerlo, empezó a interesarse por conocerle. Supo que tenía una colección de libros de la que estaba orgulloso. Y con admiración le pidió prestado uno de sus preciados libros. Sintiéndose halagado, se lo prestó. Su relación a partir de ahí fue estupenda.
No prejuzgues a los demás. Lleva siempre una buena actitud cuando vas a conocer a otra alma humana.
Viki Morandeira