¿22 hijos? Cómo sobrevivir a la paternidad en tiempos modernos.
Y que la pareja no se vea afectada en el intento.
¡Hola gente! ¿Cómo llevan enero? En España muchos padres y madres han vuelto a respirar, porque los niños ya están en clases tras las fiestas navideñas.
Hace poco me puse a pensar en mis bisabuelos. Ellos no se andaban con tonterías: tuvieron 22 hijos. Veintidós. No sé si estaban locos, aburridos o si realmente quisieron una familia tan numerosa.
En aquella época no había Netflix, ni siquiera luz. Pero lo que es seguro es que, cuando llegaba un bebé nuevo, la casa no debía ser un caos absoluto cómo suele ser ahora.
Imagino a mi bisabuelo, después de un día agotador en el campo, preguntando:
—Cariño, ¿cómo están los niños?
—¿Cuál de los 22?
Mi abuelo decía que a su madre la recordaba siempre embarazada. No me extraña.
Mi bisabuela murió 🥺 a los 45 años dando a luz al hijo número 22. Esa parte no tiene gracia, porque muestra lo dura que puede ser la vida de quien da vida.
Crear una familia no es un cuento de hadas, es un maratón emocional y físico que, en tiempos modernos, tiene sus propios desafíos. Y aunque ahora tenemos lavadoras, robots aspiradores y pañales desechables, la paternidad/maternidad sigue siendo un reto enorme.
El choque entre lo idílico y lo real
Cuando alguien dice “vamos a tener un bebé”, se imagina risas, abrazos y momentos tiernos. Nadie piensa en las noches sin dormir, los mocos infinitos y las discusiones sobre quién cambia el próximo pañal.
Yo, por lo menos, no pensé que podía suponer algo negativo.
El problema es que la sociedad sigue romantizando la crianza. Desde los anuncios de bebés perfectos (hermosos y sanos) hasta las cuentas de Instagram de mamás y papás influencers que parecen vivir en un catálogo de Ikea. Pero cuando el bebé llega a casa y empieza la realidad, el golpe puede ser brutal.
Lo no tan bonito tras la llegada de un hijo
Vamos a ponernos serios (pero no mucho). Hay algunas razones por las que la llegada de un bebé puede hacerte querer poner el mundo en modo pausa. Afortunadamente, yo no lo viví así, pero sé que es una realidad para muchas parejas.
1. Privación de sueño
No dormir te transforma en un zombi. ¿Recuerdas esa energía que tenías? Se va. Desaparece. Y a las pocas semanas, empiezas a preguntarte si tu hijo ha venido a este mundo para torturarte.
2. Pérdida de libertad
¿Recuerdas esos domingos en los que te quedabas en la cama hasta tarde? Olvídalos. Ahora te levantas al amanecer para preparar biberones, dar la teta o ver capítulos de Peppa Pig.
3. Cambios en la relación de pareja
Antes eran cenas románticas, viajes y pasión. Ahora son debates acalorados sobre la marca de pañales más económica y quién está menos agotado como para jugar con el niño.
4. Expectativas sociales
“¿Todavía no le has apuntado a clases de estimulación temprana?” No, señora del parque, bastante tengo con que hoy me pude duchar y me lavé el pelo.
5. Carga mental
Hay tantas cosas que recordar: vacunas, revisiones, cumpleaños de otros niños… ¿Sabes lo que olvidas? Cuidarte a ti mismo y a la relación de pareja.
6. Trabajo y crianza
El bebé no entiende que tienes una reunión importante. Justo cuando necesitas estar concentrado, decide llorar como si le estuvieran robando el alma.
7. El sexo (o la ausencia del mismo)
Antes del bebé: pasión, noches ardientes y una cama que parecía sacada de un anuncio de colchones.
Después del bebé:
— Cariño, ¿qué tal si esta noche…?
— Shhh, que si despierta el niño, no duerme hasta las 3.
El problema no es que se pierda el deseo. El problema es que tu cama ha sido tomada por un mini dictador que duerme como una estrella de mar. Y cuando finalmente se duerme… tú estás KO.
8. El colecho (o cómo perder tu cama)
El colecho parece una idea maravillosa cuando lo lees en un blog de crianza respetuosa. Pero en la práctica es así:
Noche 1: “Qué bonito, durmamos todos juntitos.”
Noche 10: “No siento mis piernas.”
Noche 50: “¿Puedo ir a dormir al sofá?”
9. No dormir juntos (y sobrevivir al destierro)
Cuando el bebé llora por las noches, muchos padres hacen un trato silencioso: uno se queda con el bebé y el otro huye a otra habitación.
Lo que empieza como una solución temporal se convierte en una realidad permanente. Y ahí estás tú, viendo cómo tu pareja se va a dormir a otra cama mientras te quedas solo con un bebé que parece tener el horario de un murciélago.
10. La impaciencia (o cómo pasas de zen a Hulk en 5 minutos)
Antes del bebé, eras una persona paciente. Meditabas, respirabas profundo y pensabas que todo tenía solución.
Después del bebé:
— ¿Dónde está el chupete?
— ¿Por qué llora?
— ¿Por qué sigo despierto a las 4 a.m.?
De repente, te descubres gritando por cosas absurdas, como que los pañales no están en el lugar donde suelen estar.
La crianza puede convertir a los más tranquilos en impacientes crónicos.
11. La presión de ser padres perfectos
Hoy en día, ser padre/madre no es suficiente. Tienes que ser un superpadre/madre.
— El bebé tiene que comer ecológico.
— Tienes que hacer actividades de estimulación temprana.
— Tú tienes que ser paciente, amable y sonreír… aunque te estés muriendo por dentro.
La verdad es que los padres perfectos no existen.
Los que aparecen en redes sociales son personajes ficticios, como los superhéroes. Y tú no tienes capa, solo ojeras. No mires redes sociales, es casi todo mentira.
12. La pérdida de libertad
Antes del bebé: «¿Salimos a cenar? ¿Viajamos a París? ¿Maratón de series hasta las 3 a.m.?»
Después del bebé: ¿Hacer planes? Uff, si apenas puedo estar en pie.
Salir de casa es una misión imposible que requiere una logística militar. Y cuando logras salir, te das cuenta de que todo lo que quieres es volver a casa a dormir.
13. La vida social (RIP)
Antes, tenías una vida social activa. Salías a cenar, ibas al cine, hacías deporte, salían con amigos, tomabas un café sin preocuparte por nada.
Después, las únicas conversaciones que tienes son con otros padres, y siempre giran en torno a:
— ¿Qué marca de pañales usas?
— ¿A qué hora duerme tu bebé?
— ¿Ya le salieron los dientes?
Y lo más triste: las reuniones sociales ahora terminan antes de las 8 p.m. porque si tu hijo no se acuesta a su hora, se sobre estimula y ya no hay quien lo duerma.
Conclusión: Ser padres es maravilloso…
… pero también es una prueba de resistencia física, emocional y social. La clave para sobrevivir está en reírte de las situaciones absurdas, aceptar que no serás un padre/madre perfecto y recordar que todo pasa, incluso las noches sin dormir.
Yo, cuando algún día me encuentro pensando en lo duro que es tener tres hijos, respiro hondo y pienso: si mis bisabuelos sobrevivieron a 22 hijos, yo puedo con tres… ¿Verdad?
Humor para sobrevivir
Nuestros bisabuelos no tenían libros de crianza ni foros de padres en internet, pero sí tenían una cosa: resiliencia y menos expectativas irreales.
Formar una familia trae consigo un regalo inesperado: una maestría en expectativas rotas. Quizá soñabas con ser el padre o madre perfecto, con una casa en calma y una relación aún más fuerte… y entonces llegó la realidad, con sus noches sin dormir y su caos cotidiano. Por eso, es vital bajar las expectativas irreales y reducir la autoexigencia.
Los hijos no necesitan perfección; necesitan amor y presencia, y eso empieza por cuidar lo más valioso que tienes: el vínculo con tu pareja.
Recuerda que antes de ser “mamá y papá”, eran dos personas que se amaban, y esa conexión es la base de todo.
Habla, ríe, busca momentos para estar juntos.
Hace 15 años, durante la crisis con mi esposo, él fue solo al psicólogo. Volvió y me contó que al psicólogo le había sorprendido que yo lo pusiera a él en primer lugar muchas veces y no siempre a los niños.
Quizá no necesitamos saber cómo criar al bebé perfecto. Tal vez lo que necesitamos es reírnos más de nuestros errores y entender que la perfección en la paternidad no existe.
Si un día le pones el body al revés o te olvidaste de firmar una nota del cole, no pasa nada. Si te agobia la rutina, es normal. Si extrañas tu vida de antes, también lo es.
No existen los exhijos. Pero si buscas en el diccionario si encontrarás la definición de exesposa, exesposo, expareja. 🥺
Evita que las tareas diarias les hagan olvidar quiénes son el uno para el otro. Porque cuando los hijos crezcan y la casa quede en silencio, lo único que quedará será ese vínculo. Cultívalo.
En junio del 2025 celebraremos 38 años “de novios”, mi esposo y yo. No tenemos un matrimonio perfecto, ni una realidad idílica. Pero somos felices y nos amamos porque cada día nos tenemos paciencia, respeto, comprensión.
Por qué aunque en el día a día nos toque sortear eventos de todo tipo, vivamos con mi suegra en casa, o el nieto duerma también a veces aquí, cuando estamos juntos, yo vuelvo a tener 15 años y él vuelve a ser ese chico de 17 que me eligió para toda la vida.
La semana que viene hablaremos de las conversaciones difíciles con la pareja. Todo un desafío.
Un abrazo, nos leemos la semana que viene.
Viki Morandeira
Que gran recopilación! Yo soy padre de dos peques de 10 y 5 y he vivido muchos de los temas que tratas en tu artículo. Aunque sin duda, en nuestra experiencia, lo más duro fue la dependencia total del bebé hacia la madre durante los primeros meses. Excelente trabajo! Saludos!
De tus bisabuelos ni comentamos 😁😁 OMG…
Sobre la actualidad, yo lo veo con mis amigas. Digamos un 65% de ellos tienen hijos, y dependiendo de la edad en la que se encuentren ya los hijos, a más de la mitad las veo infelices y sobre todo fatal con las parejas… entiendo que es dificilisimo, de ahí la importancia de elegir bien los motivos x los que formar una familia y con quién y eso no siempre se hace.